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Un feminismo a la altura de los tiempos sería aquel capaz de comprender y dar cabida a la luchas y reivindicaciones del feminismo tradicional que exige la igualdad y la diferencia de la mujer, a las críticas «queer», a la noción de género como dispositivo biopolítico –incluida la noción «mujer»–, a las demandas trans que ponen en tela de juicio el dominio cisgénero, así como a las sospechas del feminismo negro y decolonial que ven en el feminismo blanco un feminismo de élite ganado a expensas de los cuerpos racializados, tanto como al ecofeminismo que entiende que la explotación de la naturaleza va a la par de la explotación de la mujer. Esto que parece imposible, aunar desde un sólo punto de vista posiciones tan poliédricas, el «Manifiesto Anarcafeminista» de Chiara Boticci lo consigue. Lo imposible se torna posible porque el anarcafeminismo es «sin «arché»», sin un principio único que explique la opresión, y a la vez es para todas, mujeres trans, mujeres cis, LGTBIQ+, etc., es decir, para todo el «segundo sexo» de hoy que sufre al mismo tiempo la explotación del capital y el dispositivo biopolítico de los Estados empeñados en clasificar nuestros cuerpos para mejor rentabilizarlos.